miércoles, 12 de junio de 2013

El viaje de Lorena

El viaje de Lorena

Capítulo I: El empleo



 Cuando Lorena recibió la noticia de su puesto en la Agencia de turismo, lo primero que pensó fue en los viajes que iba a hacer, los lugares y las personas que conocería.

 Con el correr de los meses su ilusión se desarmó, su puesto era el la oficina, atención al público. Claro, la chicas y los chicos que hacían de guía turístico en los paquetes de viaje en grupo parecían todos sacados de tapas de revista y Lorena nunca prestaba atención a que ella pertenecía a ese mismo grupo, sabía que gustaba a los hombres por los comentarios en la calle y todas las propuestas que recibía pero no lo tenía en cuenta, salía con su novio desde hacía años y desde que supo que él la engaña de vez en cuando, simplemente, como no le gustan los problemas, lo engaña también cuando algún chico le gusta y se da la ocasión, sin escenas de celos ni peleas.
 Nunca tuvo en cuenta que es una morena de un metro setenta y cinco, piel blanca con algunas pequitas, ojos verdes y una silueta perfecta, donde se destaca su pecho, no por lo grande sino por su dureza y su esbeltez.

 Pero bueno, volviendo al trabajo, Lorena no se daba por vencida y conocía todos los itinerarios de viajes que ofrecía la Agencia pensando que ya tendría su oportunidad, de igual modo le servían para sus estudios de turismo.
 Como manejaba muy bien el inglés y el portugués le asignaron los viajes al exterior, sobre todo Brasil, el Caribe y Miami. Lorena veía los videos y folletos de los viajes que vendía y soñaba despierta en sus momentos libres... playas, cruceros, sol y hoteles de lujo... Los conocía todos, a pesar de que nunca había ido más allá de Mar del Plata.
 Cuando tenía posibilidad de hablar con los guías se pasaba horas, se perdía en las anécdotas que contaban y aunque muchas veces eran las mismas y exageradas por el tiempo, Lorena lo mismo prestaba atención y se imaginaba a ella misma compartiendo esos viajes. Sentía una sana envidia pero en el fondo sabía que ya llegaría su día, se entregaba de lleno al trabajo, nunca se quejaba por exceso de trabajo, si había que quedarse por algún motivo, lo único que decía era - Hasta la hora de clases tengo tiempo y corría de su departamento a la Agencia, de ahí a la Facultad y otra vez a casa a estudiar.

 Su novio le recriminaba el tiempo que le daba a la Agencia y no le brindaba a él, hasta algunos sábados se quedaba a la tarde porque faltaba algún trámite de visado o un transbordo en los vuelos. Si los pasajes llegaban tarde o con algún error en los datos, Lorena se ofrecía en hacer los trámites correspondientes y si no encontraban a los pasajeros, ella iba a sus domicilios hasta solucionar todo. De haber sido otra clase de empresa, Lorena hubiese sido sin duda “La empleada del año”.

 Un lunes, mientras Lorena atendía a sus primeros clientes del día, siente un revuelo en la estrada.
- ¿Qué te pasó?- casi a los gritos la recepcionista.





Capítulo II: La oportunidad




- ¿Qué me pasó? Fui a ese día de campo que me regalaron los de la “Estancia el ….”
- ¿Y?
- Me caí con caballo y todo y el muy... se cayó encima de mi pierna.
 Lorena termina de atender a sus clientes y los acompaña a la puerta, cuando vuelve, en la recepción está Patricia, una de las guías, con muletas y un yeso desde el pie hasta muy encima de la rodilla, contando una y otra vez su accidente con el caballo hasta que, con el barullo, Olga, la dueña de la Agencia, sale de su oficina a ver que sucede, se pone al tanto de la situación y pasa con Patricia a su oficina.

 Pasados uno minutos, Olga llama a Lorena a su oficina
- Yo sé que estás esperando una oportunidad de pasar a ser guía desde hace tiempo, bueno acá la tenemos, Patricia tuvo este accidente pero necesita seguir trabajando, si cubrimos su lugar con otro guía, no tiene donde trabajar pero si vos ocupas su lugar, Patricia a pesar del yeso en su pierna puede encargarse de tu trabajo y así nadie pierde nada, es más, te das el gusto de pasar a ser guía y si te va bien quedar en ese lugar.
Lorena no cabe en su cuerpo, no sabe si gritar de alegría, si abrazar a Olga o a Patricia, por suerte reacciona a tiempo y sólo dice
- Gracias, no puedo creer que confíen así en mí. Desde que empecé a trabajar que tengo mis documentos y mi pasaporte al día.
- No te va a hacer falta el pasaporte, es un viaje a Brasil, ahora patricia te acompaña a tu escritorio y se ponen al tanto de todo.

Después de mutuos agradecimientos se comentan cuales son los trabajos que intercambian, a Patricia no hace falta explicarle mucho, lleva más de cinco años en la Agencia.
-¿ No he estado muy amable, no? Vos con tu accidente y yo festejando...
- No sea tonta, yo también tuve tu trabajo y soñaba con ser guía o coordinadora y viajar.
- Todavía no caigo... me parece un sueño. - A Lorena se le caen la lágrimas y Patricia como puede con su pierna enyesada la abraza y la trata de contener.
- Bueno, ya está. Ahora vamos a ver que tenés que hacer.
 Lorena tiene acompañar como coordinadora a diez parejas a su segunda luna de miel, un paraíso en el norte de Brasil, un complejo de cabañas en la playa a varios kilómetros del pueblo, totalmente aislado, un lugar sólo para parejas que buscan máxima intimidad.
- Y para qué me necesitan a mí, supongo que la idea de ellos será pasar la mayor cantidad de tiempo solos.
- Error, no es la primera luna de miel sino la segunda, casi todos están aburridos de estar juntos, vas a tener que proponer actividades en conjunto, en definitiva, hacerlos jugar un poco, generalmente eso es por dos o tres días, después el lugar hace todo, es un paraíso. Igual te quedan diez días para prepararte.
 Patricia le pasa los teléfonos de todos los encargados del hotel, los oficiales y los particulares, la lista de actividades que prepara el hotel, los veleros y lanchas de alquiler y le cuenta sobre la fiesta de disfraces que se realiza los sábados para despedir a los pasajeros que generalmente terminan sus vacaciones el domingo al mediodía.

 Esos diez días Lorena los pasó leyendo sobre el hotel, las localidades cercanas y, fundamentalmente, hablando con la encargada que la puso al corriente de todas las actividades que el hotel ya tiene previstas, Lorena solamente tenía que encargarse de organizar al grupo y los horarios... todo el que quisiera tener algo para hacer no podía aburrirse, estaba todo previsto para que lo pasen bien... Así que Lorena se dedicó los últimos tres días a preparar su valija, para lo que tuvo que salir de compras, no le alcanzaba para una semana en una playa exclusiva un bikini de más de cuatro años de antigüedad y un pareo desteñido.



Capítulo III: El viaje



Llegó el día.
 Primer sorpresa, varias parejas no iban por primera vez.
 Segunda, algunos ya se conocían de viajes anteriores y claro, también conocían a Patricia.
- Pobrecita, con lo inquieta que es ella lo que debe sufrir tener que estar quieta por el yeso. Vos pareces más tímida, pero soltate, este es un grupo de viejos locos y atrevidos. Patricia ya se había acostumbrado, fue con nosotros a Holanda, no te imaginas los lugares “exóticos” a los que nos llevó.
 Todos viejos verdes, pensó Lorena. Las mujeres todas entre treinta y cuarenta, bien conservadas, muy cuidadas, mucha dieta y mucho gimnasio. Los hombres, entre treinta y pico y cincuenta, también cuidados y lo que más se notaba... mucho dinero...

 Viaje en primera y vuelo directo.
 Mucho champán y Lorena era la novedad, muy joven, tímida... Todos los maridos tratan de acaparar su atención y de estar cerca de ella. Otra sorpresa, las esposas no parecen celosas sino que se divierten, casi que promueven la actitud de sus maridos, como si compitieran a ver cual de ellas tiene el marido más atrevido o más seductor. Incluso hasta le parece a Lorena que la miran con ojos seductores algunas de ellas. Es joven y tímida pero ha vivido y no es tonta, ella no se sintió nunca demasiado atractiva pero sí tuvo que afrontar muchos avances, también de algunas mujeres.

A la llegada, recepción en el VIP del aeropuerto con frutas tropicales y más champán a discreción. De ahí, treinta minutos en minibus por un paisaje tropical casi virgen, sin cruzar a nadie salvo  otro minibus que llevaba a un contingente al aeropuerto. En este trayecto Lorena pudo diferenciar bien quienes la piropeaban sólo por cortesía o por costumbre y quienes parecían tener intención real de seducción... Mujeres y hombres.
 Ella pensaba cuidarse muy bien de no enredarse en ningún lío, estaba logrando el trabajo de sus sueños y no quería arruinar todo en el primer viaje.
 Solamente la mirada de Marita, una de las más jóvenes del grupo, la inquietaba. Rubia, aparentemente natural, poco más de treinta, no muy alta pero muy proporcionada, ropa atrevida pero de calidad, si no conocía a todos de antes lo arregló enseguida, hablaba con total confianza con todo el mundo y realmente desbordaba simpatía, eso sí, muy aficionada al doble sentido y los juegos de palabras con mucha picardía. El marido, Abel, entre cuarenta y cuarenta y cinco, físico de gimnasio, pelo entrecano, ojos claros pero con una mirada tan penetrante que difícilmente se le mantenía como para saber el color. No habló mucho a Lorena pero estuvo siempre cerca, casi rozándola ante la menor ocasión.

 Llegaron, todo madera, caña y paja al mejor estilo tropical pero a todo lujo. Aire acondicionado, alfombras, música y más champán, todo de primera.
 El personal, salvo el barman, eran todas chicas sacadas de la revista de los conejitos, vestidas, sí pero sin que se note.
 Las camareras se ocupan de llevar a cada pareja a su cabaña y a Lorena a la habitación que tiene reservada en el edificio central. Una vez todos instalados se deben encontrar en la confitería de la playa principal para conocer las instalaciones comunes y... claro, ir a la playa.




Capítulo IV: El hotel



Lorena, después de extasiarse con el lujo de su habitación elige uno sus nuevos bikinis y un pareo y sale al encuentro de su grupo. Llega antes que nadie, en algunas mesas hay turistas que se nota son europeos, muy pocos le prestan atención, evidentemente ahí cada uno se ocupa de sus asuntos. Lo que le llama la atención son algunas risitas en las camareras al entrar ella. Una de las camareras, la que la acompañó a la habitación, se acerca
- Veo que llevas sostén. - Le dice en portugués
- Si. - Contesta Lorena un poco turbada.
- Es que acá ninguna lo usa, te van a tomar por tonta, sobre todo si sos coordinadora, se supone que seas la más atrevida para que las demás se suelten.

 La cara de Lorena se puso como un tomate, nunca había hecho top-less entre desconocidos y como no le avisaron no había tomado sol en los pechos, ya se imaginaba las quemaduras. Miró hacia la playa y confirmó lo dicho por la chica del hotel, no se veía ningún corpiño, sin importar la edad o el físico.

- Hola hermosa - llegó la primera de las integrantes del grupo, Marita. - ¿Pasa algo? - Pregunta al notar que Lorena está incómoda
- No se me ocurrió y no me avisaron que se hacía top-less...
- Y cual es el problema, te da vergüenza? Aquí nadie te conoce...
- No, el problema es el sol. - Lorena no pensaba reconocer que se moría de timidez.
- Hay mi amor... Tenés las tetitas blancas... No te preocupes, yo tengo la solución, cuando fui a Europa me pasó lo que a vos y conseguí un bronceador con color que es mágico. Vamos al baño.
 La lleva de un brazo al baño sin darle oportunidad ni a contestar. Prácticamente le saca ella el pareo y el corpiño.
- Hay preciosa, vas a causar furor con esas tetas. - Le dice mientras busca en su bolso el bronceador. Cuando lo encuentra Lorena estira la mano para ponerse ella pero ya Marita se había puesto en la mano y empieza a pasar el bronceador en los senos de Lorena que no sabe como ocultar su asombro.
-¿Nunca te pasó el bronceador una amiga? Aflojate, estás re tensa. Ojalá hubiese podido lucir mis tetas a tu edad, cuando las tenía así de hermosas pero... no se usaba.
- Es que yo no tengo tu soltura, soy algo tímida.
- No seas tonta, con lo que vino en nuestro grupo y por lo que vi del resto de los pasajeros, vas a ser la reina de la playa, si estás mejor incluso que las camareras que son todas elegidas.
 Ya hacía un rato que había terminado con el bronceador pero seguía acariciando a Lorena que algo incómoda busca el pareo y se lo pone.
- Vamos, ya deben estar todos.
- Bueno, listo. - Y se queda mirando a Lorena con ojos muy pícaros. -  Hoy vas a tener que lucirte sin mojarte mucho para que no se corra el bronceador, sino me avisas que te pongo más. Pero ya te dije, es mágico, mañana ya estará todo del mismo color.

 Ya estaban todos y apurados por ir a la playa casi la llevaron en andas a Lorena. Todas se sacaron el pareo sin reparos, así que Lorena no tuvo escapatoria y así fue su primer top-less en público. Tal cual le dijo Marita causó sensación, al ser la última todos estaban pendientes de que hacía y los aplausos y silbidos no se hicieron esperar. Primero se sintió totalmente cohibida pero el ego fue más fuerte y al rato estaba muy orgullosa de sus tetas al aire.

 Como era el día de llegada, era de actividades libres y después del calor del viaje todos querían jugar en el agua. La tercera vez que Lorena tuvo que recurrir a las manos de Marita, por el bronceador, ya no sentía ningún pudor y ni siquiera se tapó con el pareo.
 La playa... increíble, las palmeras llegan hasta el agua que es tibia, arena blanca, el mar transparente y calmo.
 Cada vez que necesitan algo, hay una camarera al lado para ofrecerlo, no se sabe de donde pero siempre hay música, reposeras y toallas siempre disponibles.

 Al acercarse la caída del sol, se nota que muchos de los pasajeros que están solos, sin integrar ningún grupo, se van retirando para sus cabañas, que tienen playas propias. Algunos se quedan a jugar en sus playas, otros entran en las cabañas. Es evidente que con la tarde buscan intimidad... Los juegos en las playas frente a sus lugares dejan de ser inocentes.
 Por los parlantes anuncian el horario de la cena, se sirve en la confitería de la playa o se lleva a cada cabaña. Después de la cena, baile en la terraza de la playa, esto todas las noches.
 Antes de que termine de entrar el sol no quedaba nadie en la playa, todos se preparaban para la cena. Lorena se fue a cambiar pero, para no tener más sorpresas, le preguntó a la chica que estaba en la recepción.
- Ah, para la cena y el baile, los que vienen a la confitería se visten de noche, muy elegantes, sobre todo hoy domingo, las señoras todas de largo. Nosotras también cambiamos nuestra imagen.
- Gracias. - Lorena se alegró de haber salido de compras antes de viajar, tenía al menos tres vestidos para elegir.

 El ego de Lorena, después del éxito obtenido en la playa, estaba por las nubes y no tenía intención de bajarlo. Se puso un vestido negro con la espalda desnuda y un generoso escote. A pesar de tener un sostén especial para el vestido decidió dejarlo en la valija. El vestido llevaba un tajo que dejaba poco para la imaginación sobre su pierna izquierda y en el caribe no pensaba ponerse medias. A su edad no hacía falta mucho maquillaje, sólo algo en los ojos para resaltar su imponente color verde...

 Llegó temprano y esta vez las camareras la silbaron aprobando su imagen. Se acercó a la barra y el barman le pasó un trago con un guiño. Por primera vez se sintió muy atractiva y esto le gustó. Este viaje la estaba cambiando, su vida de clase media nunca había pasado por cosas así. Sabía que era sólo una empleada pero gracias a su cuerpo era también la sensación en el grupo y en ese ambiente no eran nada más que miradas o piropos, todos los hombres la agasajaban con tragos y no faltaban las propuestas para después del regreso.

 Así pasaron los días y las noches, todo salió de maravillas, los paseos en lanchas por la bahía, los intentos de hacer ski acuático, algunos con éxito y otros no tanto pero todos muy divertidos, Lorena siempre sintiéndose muy deseada por los hombres y sorprendida de la falta de celos de las mujeres, sobre todo Marita, la trataba como si fueran amigas de toda la vida a pesar de que Abel la devoraba con los ojos y no perdía oportunidad por las noche de bailar con ella lo más apretado posible, hasta le decía lo excitado que llegaba él a la cabaña después de bailar con ella.

 Los juegos se hacían cada vez más atrevidos, la noche del jueves alguien propuso una regresión a la infancia y se pusieron a jugar al “gallo ciego”. Se anotaron todos, no sólo los del grupo de Lorena, al rato era un descontrol, tanto hombres como mujeres se tocaban todo con toda intención antes de “descubrir” quien era la presa, ni hablar como le fue a Lorena cada vez que fue atrapada por un “gallo ciego”, ciego pero no manco. Hasta la mujeres la acariciaban toda.

 El viernes todo era nervios entre las mujeres. A la tarde era la excursión a una fábrica de lencería que era la única industria cercana. Al día siguiente era la fiesta de disfraces de despedida de todos los sábados y en esta clase de viajes los disfraces eran todo lencería.
 La fábrica tenía un salón de exhibición y venta espectacular, parecía un local de Nueva York, los precios también. No había forma de comprobarlo pero decían que era la fábrica de lencería erótica más grande del mundo.
 Lorena no salía de su asombro, los precios le parecían una exageración de altos y lo atrevido de los diseños. Nada, ni una simple tanga estaba al alcance del presupuesto de su bolsillo, así que se dedicó a mirar todo y preguntarse cómo iban a animarse sus viajeras a ponerse algo de todo aquello.
- Esto debe ser todo de tu talla. - Marita se acercaba con un montón de ropa.
- No Marita, yo no puedo llevar nada de esto, no podría pagarlo.
- Tonta, por costumbre el disfraz de la guía lo elegimos y pagamos nosotras, es un regalo, para vos y para nuestros maridos.



Capítulo V: La fiesta



 El sábado todo giraba alrededor de la fiesta, las mujeres desaparecieron en el spa y el centro de belleza, los hombres en busca de sus disfraces.

 Lorena aprovechó para descansar y pasear tranquila por la playa que estaba casi desierta, recién a la tarde tenía que ir a la cabaña de Marita para vestirse para la fiesta, no se había podido probar la ropa, Marita la escondió sin que ella la vea.

 Cerca del mediodía la llama una camarera y le avisa que la esperan en el spa para un masaje.
- Debe haber un error, yo no lo pedí.
- No, lo reservaron las señoras, para que esté bien para esta noche.
- La verdad que después de esta semana me va a venir bien un poco de relax.
 Lorena fue al spa y la recepcionista la acompaña a un box y le da una toallita para taparse y le indica donde dejar la ropa. Se quita la ropa y se envuelve la toalla en la cintura y se recuesta boca abajo en la camilla.

 Gran sorpresa cuando se abre la puerta y escucha un saludo en la voz de un hombre, ella esperaba una mujer y ahora no tenía salida.
- Bueno, las señoras quieren que esta noche esté toda suelta así que pidieron un masaje completo con aceites tibios.
 Lorena ni contestó, se apretó contra la camilla con la cara roja de vergüenza.
 El masaje empezó por los pies, suave y con esos aceites aromáticos la aflojaron toda, casi se olvidó que eran las manos de un hombre, cerró los ojos y se entregó a un medio sueño. Era tan placentero que ni se inmutó cuando le saca la toalla para masajear sus glúteos y la hace girar y queda totalmente desnuda boca arriba. Cuando terminó el masaje sentía su cuerpo totalmente flojo pero turgente y aunque no lo quería reconocer algo excitada pero el masajista era un verdadero profesional que en ningún momento se insinuó.

 Así fue Lorena a la cabaña de Marita en busca de su disfraz.
 Marita estaba sola, Abel se vestía en otra cabaña con algunos de los otros hombres, ninguno sabía como iban sus parejas. Marita elegía entre los varios conjuntos que había comprado, todos muy transparentes y la hacían muy sensual. Se decide por un camisón negro largo hasta los pies con un escote largo que no tapaba casi sus generoso pecho y debajo sólo una tanga también negra toda de encaje.
 A Lorena le parecía imposible que se atreviera a llevar eso a una fiesta pero claro, todavía no había visto su ropa.

- Tomá, lo único que no estoy segura es con los zapatos ¿cuánto calzas?
- 37.
- Justo, a vestirse entonces.
 Lorena no podía creer lo que llevaba puesto, un corset rojo que apenas si tapaba sus senos, una tanga negra de encaje que mostraba mucho más de lo que ocultaba, liguero y medias negras de red que ya venían rotas y zapatos de charol rojos con un taco aguja altísimo. Toda una puta hecha y derecha... Ah... y el antifaz lleno de estrás.

 La fiesta era en el salón de la playa, estaba cerrado por cortinas y con más efectos de luces que lo habitual.
 Como al día siguiente la mayoría tomaba el avión a primera hora de la tarde la fiesta comenzaba ni bien se hacía de noche, primero llegaban los hombres y las mujeres entraban luego de a una y desfilaban su disfraz.
 Cuando Lorena llegó a la entrada se percató que no era la única vestida como puta, casi todas estaban semidesnudas con lencería más que provocativa y todas eran recibidas con aplausos y silbidos por los hombres. El personal del hotel estaba todo vestido con taparrabos de cuero y el torso desnudo, tanto hombres como mujeres que cubrían algo sus senos con collares tribales. Se habían cambiado las mesas y sillas por sofás y almohadones, muchas velas y sahumerios, todo el ambiente cargado de erotismo y... mucho champán...
 Los disfraces de los hombres también tapaban poco, eran de indios, tarzán, picapiedras y cosas por el estilo, en fin, poca ropa.

 El baile comenzó enseguida y todos a bailar con todos, la música era zamba brasilera no había parejas, una multitud bailando, no se salvaban ni las camareras, en cuanto vaciaban las bandejas de copas las incluían en la ronda y a bailar y estas sí que bailaban, ni que hubisen salido de una “scola do carnaval”, como movían esas caderas, los hombres se volvían locos con ellas.

 Ese ritmo de baile no duró mucho, con el calor se cansaron todos y se aprovechó para comer algo, la zamba fue dejando lugar a la bossa y la luz se fue esfumando y entonces como ya las camareras no se acercaban a la pista de baile ese lugar lo ocupó Lorena, todos querían bailar con ella y todos la apretaron, hombres y mujeres, tal vez por la mezcla de champán, ostras y mariscos o por la vestimenta y el ambiente pero la cosa es que todos estaban muy excitados.

 Lorena no sabía como pero Abel siempre se las ingeniaba para estar con ella y Marita en cada posibilidad que tenía, y a que ella también era una de las estrellas de la fiesta, se unía a ellos para bailar los tres abrazados y las manos de Abel en más de una oportunidad se pasaban de la raya en sus atenciones.
 Lo cierto es que todo esto hacía sentir a Lorena como una diosa pagana, entre el masaje, la ropa de puta, el alcohol y todas las caricias y besos que estaba recibiendo su cabeza tenía lugar sólo para la lujuria.

 La fiesta no dura mucho, en poco tiempo logró su propósito, las parejas van aumentando su romanticismo y desaparecen sin avisar, a medida que van quedando menos Marita y Abel se adueñan de Lorena y se turnan en bailar con ella, la música es cada vez más sensual y está todo más oscuro, los besos y las caricias hace un rato dejaron de ser inocentes, Lorena sabe que debería parar pero no sabe como.
 Lo que era un roce de los labios se convierte en un beso apasionado, la boca de Lorena se abrió para dejarse recorrer por Abel que ya no disimula nada, una mano recorre desde la nuca hasta los glúteos y la otra juega con los senos de Lorena.
 Marita se acerca en pleno beso y los toma de la cintura.
- Somos los últimos, mejor vamos.

 Salen los tres abrazados, Lorena en medio, no hay palabras.

 En la cabaña se sigue escuchando la música y Abel retoma el baile con Lorena, hasta ese momento ella no había sentido la virilidad de Abel, ahora al sentirlo apretando su abdomen mira casi asustada a Marita. Esta se acerca con tres copas de champán, al llegar besa a Abel en la boca y este vuelve a besar a Lorena... FIN...?




2 comentarios:

  1. Muy real y es una realidad,que uno se niega a aceptar que existe.


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    Respuestas
    1. No se debe negar la realidad... Se corre el riesgo de esta te aplaste...
      Gracias por leer y comentar.

      Un beso...

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