viernes, 13 de diciembre de 2013

La cita


Ella baja del taxi en la esquina, ya es de noche. Camina hasta la entrada del edificio a mitad de cuadra. Nunca estuvo ahí pero lo ha soñado tantas veces que le resulta familiar.

Llama en el único timbre del piso 10, nadie contesta pero la chicharra indica que abra la puerta. Busca el ascensor y luego de un suspiro entra y pulsa el décimo piso.

La puerta está abierta, que distinto este piso al suyo, el de ella pertenece a su familia desde hace tres generaciones y se ven en él todas la marcas y recuerdos de esto. El que acaba de pisar es todo lo nuevo y moderno que se pueda pretender, casi sin muebles a la vista, la luz está presente pero no se ve de donde sale, se oye o más bien se presiente un cuarteto de cuerdas que coincide con esa penumbra.

Recorre los distintos ambientes sin encontrar a nadie, en el dormitorio escucha ruido a agua corriendo, sigue el pasillo que la lleva al baño, la inmensa bañera está llena y corre el agua entre las burbujas del hidromasaje. En el borde un balde con una botella de champán y una copa recién servida con las gotitas que corren marcando su temperatura.

Luego de la mañana en el hospital y la tarde en su consultorio la tentación gana fácil la contienda y acepta la invitación, en pocos segundos está dentro del agua con la copa en la mano.

Vuelve al dormitorio envuelta en una bata y con la tercera copa por la mitad, sobre la cama en perfecto orden encuentra un par de medias y una porta ligas, negros, muy sexis. No hay ni sostén ni bragas. Estas ausencias la excitan.

Se pone las prendas y se mira en el espejo que ocupa toda la pared frente a la cama, la imagen es perfecta, ella se sabe atractiva, acomoda su pelo y vuelve al baño a buscar su bolso. Otra vez frente al espejo se pinta los labios y maquilla sus ojos. Al mirarse la sonrisa marca la conformidad con lo que ve.

Suena su celular, tiene un mensaje de texto: "Busca en el armario"

Hay dos vestidos, uno rojo, corto, ajustado. Al colocarlo frente a su cuerpo ella hace un gesto de desagrado.

El otro negro, largo, la espalda desnuda y escote muy importante, al frente un tajo también importante.

Sin dudar se pone el negro y lucha para acomodar sus senos sin que se escapen y tiembla pensando que con un poco de viento o con un movimiento mal calculado y ella sin bombacha...

Se mira en el espejo, gira bailando muy conforme de lo que ve. Pero está descalza... vuelve al armario y encuentra dos pares, uno rojo de charol, los saca y otra vez la mueca “Con ese vestido y estos zapatos quedaría como para hacer la calle”, piensa.

Saca y se pone otros zapatos negros, de taco muy fino y muy alto, especiales para marcar el largo de sus piernas y el complemento perfecto para el vestido, después de unos pasos por la habitación se mueve con más seguridad y disfruta su imagen en la pared espejada, se ve hermosa y es consciente de ser observada, las cosas no aparecieron por arte de magia, la magia es la cita misma no las apariciones.

Vuelve a la sala con el celular en la mano, no puede llevar su bolso enorme de ir al trabajo con ese vestido, por otro lado no le queda más que esperar, él tiene que aparecer y no va a quedarse en el dormitorio, no quiere ser tan obvia.

En la mesa hay una cartera justa para el momento, se sonríe, ningún detalle descuidado. Cuando la levanta la siente pesada, la abre y no puede disimular la sorpresa, guarda el celular en la cartera y saca un envase transparente. Más de una vez pensó en tener alguno de esos juguetes pero nunca se atrevió, eran perlas chinas...

Mensaje en el celular “En el restaurante de la esquina, reserva a tu nombre”.

Caminó los cincuenta metros hasta la esquina con el corazón en la boca, pensaba que la cita era en el piso, los dos solos, no salir así en público, era una profesional conocida...

- ¿Señorita? Buenas noches.
- Hay una reserva a mi nombre.
- Ah... Dra. Por acá por favor.

El maître la conduce a un reservado al final del restaurante y la hace sentar en una silla de espaldas al salón. Sobre la mesa hay una botella de champán enfriándose en hielo, una fuente de ostras y dos copas de langostinos. El maître le sirve champán y se retira.

Se sonríe al pensar que él preparó una cena erótica por el contenido pero frugal, no quería estar muy pesado esa noche.

Justo al levantar la copa siente un roce en su hombro desnudo, esperaba algo así por lo que no se sorprende, una rosa roja y una blanca recorren su brazo, él acerca su copa a la de ella y apenas apoya los labios en los suyos.

- Por nuestro primer aniversario.

Se estremece, siente la reacción de su cuerpo, se tranquiliza... El juguete no va a caer de su lugar...


domingo, 1 de diciembre de 2013

Jugando hasta la noche




Hoy todo el día nos estuvimos desafiando, buscando. Miradas, roces, indirectas y no tan indirectas.

Las manos no se quedaron quietas ni un momento, no faltaron besos y hasta caricias casi irrespetuosas para cualquiera que no entendiese el juego…

¿El objetivo? Simple…

Llegar a la noche con más ganas de…

Ya estoy acostado, la oigo venir y cierro los ojos.

- ¿Dormido?

No contesto. No vuelve a preguntar. Escucho como se saca la ropa, el roce de la tela en su piel, sé que no trae mucho, acaba de bañarse y siento el olor del champú y de su piel fresca.

Imagino su pelo mojado cayendo ya sobre sus senos desnudos que al contacto de esa fría humedad se yerguen desafiantes.

Siento su duda… ¿duerme o simula?

Se acerca a la cama sigilosa, no está dispuesta a desperdiciar toda la excitación que provocaron nuestros juegos durante el día.

El roce del pelo mojado contra mi pie casi me hace saltar y terminar el juego pero logro contenerme, quieto, callado…

Los labios van envolviendo cada uno de mis dedos, primero un pie… el otro… los levanta y apoya contra su pecho, se acaricia los pezones con toda la planta de mis pies…

No puedo disimular la reacción de mi cuerpo, sé que me está mirando pero no me permito abrir los ojos, siento esa mirada cargada de lujuria que me enloquece pero yo comencé este juego y quiero prolongarlo lo más posible, que me provoque y ver hasta dónde llega cada uno.

Mientras siento la boca recorriendo mis piernas las manos se adelantaron y juegan en mi sexo… Ahora son sus labios… Ya están en mi cuello y avanzan hacia los míos…

Cuando me hace entrar en ella abro los ojos y los fijo en los suyos…

En las dos bocas se dibuja una sonrisa…

La de ella de triunfo… La mía de placer…