domingo, 13 de octubre de 2013

Un día más... O no...




Hoy, como todas las noches al terminar de trabajar desde hace un tiempo, voy a ese bar desconocido para mis compañeros de trabajo.


No me parece eso de salir del trabajo y terminar todos en el mismo bar, después de casi diez horas juntos, incluso con los que no nos llevamos tan bien, prefiero un lugar en donde nadie me conozca ni yo conozca a alguien, un lugar para sacudirme el día del cuerpo y de la cabeza.


Me ubico en un taburete de la barra, pido mi trago y me distraigo viendo a esas gentes desconocidas, imaginando de donde son, en que trabajan, la relación que hay entre los que están juntos y los cruces de miradas infaltables  en esos lugares. Este lo que se conoce como un bar de trampa, música tranquila, un rincón donde se puede bailar, reservados con poca luz y nada de preguntas.


Por lo general no hablo mas que con el barman, mi objetivo es distraerme antes de ir a mi departamento, bajar las revoluciones del trajín y llegar relajado a casa. Me divierte ver a los que siguen discusiones de trabajo en el bar, terminen, si estas horas no se las pagan.


Mientras estoy en estas elucubraciones entran una pareja y una mujer, ella está evidentemente turbada y la pareja le brinda todas la atención. Buscan una mesa y al sentarse ella nota mi insistente mirada, me atrae de una manera fuera de lo común, no suelo ser muy atrevido, menos en este momento de mi vida en que he decidido recomponer la relación con mi persona antes que con los demás. No puedo evitar mirarla, a pesar de estar alterada por algo ejerce una atracción especial en mí.


Los amigos no dejan de hablar con ella pero no les presta demasiada atención, está muy adentro suyo, mira el vaso que le sirvieron como preguntando para qué es esto, lo único que la saca de sus pensamientos es mi mirada, de tanto en tanto levanta los ojos mantiene la vista en los míos.


Sigo un impulso y sin pensar voy a su mesa y le tiendo la mano sin decir palabra, los amigos alternan miradas a ella y a mi tratando de interpretar que sucede, mis ojos y los de ella clavados por unos segundos interminables, toma mi mano y se levanta, la llevo a la pista de baile y aprieto su cintura con mi brazo.


Llevamos varios temas bailando sin decir nada, sólo intercambio de miradas y mis dedos paseando por su espada, otra mano apartando su pelo para ver sus ojos, recorriendo despacio la curva del hombro, bajando por el brazo hasta la mano, subiendo la mano a mi cuello, los cuerpos cada vez más juntos, siento todas sus formas contra las mías.
- ¿Vamos?
No me contesta, caminamos hasta la mesa donde sus amigos nos miran sin entender nada.
- ¿Está todo bien? - Pregunta la mujer.
- Después te llamo.
Vamos a mi auto sin hablar, abro la puerta y se sienta sin mirarme, subo.
- ¿Con quién vivís?
- Con mi hija, está en casa con unas amigas.
Arranco sin comentar nada y manejo hasta mi casa.


Sin prender la luz la tomo de la nuca haciéndola girar y apoyo despacio mis labios en los suyos, no llega a ser un beso, es una caricia de mi boca en esa boca que me atrajo desde que la vi entrar al bar, se van abriendo los labios esa caricia ya es un beso, un beso cálido primero y húmedo, mojado, ardiente.


No hace falta decir nada, los dos sabemos que el único final posible es el éxtasis, las caricias se multiplican, al no conocer su cuerpo y sus puntos sensibles avanzo con suavidad recorriendo la cara, el cuello,los hombros con mi boca mientras mis manos acarician y se deshacen de la ropa que ya está sobrando en esos dos cuerpos ansiosos por conocerse, por explorar cada uno de esos lugares que en los dos provocan jadeos y gemidos de placer.


El departamento es de un solo ambiente así que en medio de besos y caricias llegamos a la cama ya sin ropa, la excitación es evidente en los dos pero mi obsesión es darle placer, yo puedo esperar, quiero que llegue a ese delirio de placer que hace inevitable el orgasmo, mis labios se ocupan de esto, mi lengua recorre todo ese cuerpo que ya tiembla en medio de gemidos y se moja completo preparándose para ese encuentro final con mi cuerpo que busca entrar y colmar todas sus ansiedades.


Con mi boca llena de su miel extiendo mi cuerpo sobre el suyo y beso sus labios que al sentir el sabor de su sexo se abren golosos, las piernas rodean mi cintura pidiendo una unión completa, mi sexo busca el suyo, que encuentro perfecto, que acto tan simple y cuantos resortes se disparan dentro de nuestros cuerpos al abrirse su sexo a la entrada del mío, como sin acuerdo ni conocimiento previo pueden sincronizarse de esa manera, se mueven como uno, hasta paren sentir como uno y así juntos alcanzan el clímax…


Pasado ese momento de frenesí llega la calma... Las respiraciones se suavizan... Se aflojan las tensiones de esos dos cuerpos que vibraron hace unos segundos como las cuerdas de un piano…
- ¿Quien sos?
- ¿Yo? Un hombre ¿Y vos?
- Una mujer.

domingo, 6 de octubre de 2013

Reseña del libro "La Puerta" de Ernesto Cobo García




La Puerta, de Ernesto Cobo García
La literatura de terror nunca fue el género preferido de los escritores españoles, algo que, por suerte para os amantes de la literatura de terror (en sus distintas vertientes: terror-ciencia-ficción, terror-thriller, terror-sobrenatural, etc.) ha ido cambiando progresivamente con nuevas generaciones de escritores hispano-parlantes que aderezaron el clásico género de H. P. Lovecraft o Stephen King con imágenes e idiosincrasias propias. La conclusión es un sincretismo literario que eleva a una nueva categoría la literatura creada en el mundo latino.

De este crecimiento y esfuerzo por conseguir difusión y masividad, nace el Nocte, una suerte de Asociación Española de Escritores de Terror, conformada por grandes talentos como Víctor Conde, Emilio Bueso y, por fuera y de modo más reciente, escritores como Javier Haro Herraiz.

En este grupo es imprescindible sumar un nuevo escritor perteneciente a la misma «generación del terror», cuya novela, La puerta, valga la redundancia, ha entrado por La puerta grande de la literatura de terror rompiendo todos los esquemas esperables del género. Su nombre es Ernesto Cobo García y, pese a ser su primera novela, habrá que tomarlo en serio.

Ante todo, La puerta, es una novela contundente, edificada a través de la voz de la periodista Joanna Leire —muy creíble—, una suerte de «narradora presencial» que guía al lector y lo sumerge en una historia sólida, bien estructurada, cuyo final está a la altura de la intriga que generan sus 432 páginas.

Es un acierto del escritor dotar a la historia de una suerte de subtrama, en clave thriller, que eleva el clima de terror psicológico con acertados cliffhangers, que hacen imposible dejarla de leer.
En el comienzo, la aparición de los cuerpos sin vida de una misma familia crea en los habitantes de una pequeña ciudad una reacción inusual, hipnótica y de la que nadie guardará recuerdo alguno. En este sentido será, justamente, la periodista Joanna Leire la encargada de cubrir la noticia y, tras revivir gracias a una grabación de vídeo los sucesos acaecidos aquella noche, iniciará una investigación que la conducirá a un misterio cuyo desenlace se antojará cada vez más oscuro.

Tan sólo una persona, Marcos, es consciente de los sucesos acaecidos y, presa de terribles pesadillas, sufrirá una siniestra transformación que lo llevará a convertirse en la pieza clave de un macabro plan. Un plan que atrapará a todos los personajes, uniéndolos a través de un hilo invisible y cuyas terroríficas secuelas serán irreversibles.

Para los amantes de la —buena— literatura de terror, La puerta, de Ernesto Cobo García, se antoja como imprescindible, un hallazgo a la altura de los grandes clásicos del género.
Fuente: http://www.falsaria.com/blog/la-puerta-de-ernesto-coto-garcia/